El oficialismo juega partidos con cancha cambiada, sobre todo con resultados hasta ahora adversos que hacen surgir más interrogantes hacia adelante.
Escribe Julián Andreu
El oficialismo juega partidos con cancha cambiada y sobre todo con resultados hasta ahora adversos. Lo que parecía no afectarlo hasta hace poco tiempo, hoy lo hace y de manera punzante, al corazón mismo de su núcleo duro, su mesa chica, que va cambiando de integrantes. Vidal es a veces convidada de piedra y otras veces necesaria como el aire.
Las siete elecciones perdidas al hilo, que podrían ser ocho si se suman algunas intendencias de Mendoza donde también sufrieron derrotas, ya hacen mella. Hacia el interior del gobierno ya se piensan estrategias para cambiar el humor que se pudo ver reflejado en las caras de los funcionarios, desde Macri hasta Rodríguez Larreta, Vidal y otros, en la inauguración del Viaducto del tren Mitre en Belgrano. Una importante obra, pero por el ánimo reinante parecía que sus cabezas no estaban puestas ahí, evidentemente reflejaban otra realidad, la de una crisis a la que no le encuentran solución, cuando los tiempos políticos se acortan de manera vertiginosa.
Córdoba será la octava
Este domingo el gobierno sufrirá nuevamente un revés durísimo desde la provincia de Córdoba, Schiaretti será reelecto gobernador, noticia que no le afectaría tanto a Macri. Pero lo que sí será duro de digerir es la diferencia catastrófica que les sacará a ambos candidatos “oficialistas”.
Los enmarco como tal ya que hasta ayer, permítaseme esa licencia, eran todos parte del mismo gobierno. Sin ir más lejos, el candidato a intendente de la lista de Mestre en la ciudad de Córdoba es el yerno del actual ministro de defensa Oscar Aguad.
Pero la pelea más importante se dará por la intendencia de la ciudad de Córdoba, donde el candidato Llaryora del PJ cordobés podría destronar al radicalismo de unos de sus bastiones más importantes. Sería una derrota con consecuencias, y muy duras, para la alianza Cambiemos en general y para el mismo presidente en particular.
Lo que viene para adelante es también campo orégano para el elenco amarillo. Sucesivas elecciones lo mostrarán perdedor y sin atenuantes. En algunas provincias como Tucumán y Formosa sufrirán derrotas históricas, claro que los principales afectados serán los radicales, debido a que los candidatos son puros boinas blancas.
Cuando circulaba la ya extinta propuesta de adelantar las elecciones en la provincia de Buenos Aires, la estrategia se debía, según sus ideólogos, a intentar suturar de alguna manera el encadenamiento ganador del peronismo en varios distritos y todos de manera seguida y bastante acertada.
Cruzadas
El oficialismo llega a una encrucijada en dos distritos de suma importancia, la Ciudad de Buenos Aires y la provincia homónima. A las dos principales espadas que secundan al presidente, Rodríguez Larreta y a María Eugenia Vidal, se le presentan escenarios electorales adversos por la manera en la cual la se enmarcan dentro de la jurisprudencia electoral para llegar a ser reelectos.
Si el peronismo logra unificar un candidato en la provincia, Vidal tendrá una dura contienda, sobre todo por algo que es histórico en territorio bonaerense: en la boleta electoral de la provincia el candidato a gobernador queda en el centro de la misma. En sus extremos, a la izquierda el candidato a presidente y a la derecha el candidato a intendente de cada jurisdicción. Son estos extremos los que traccionan, ya sea para arriba o para abajo. En la boleta de Vidal ambos extremos serán un lastre, sobre todo en partidos gobernados por intendentes peronistas que buscarán ser reelegidos y mucho más en los del segundo y tercer cordón bonaerense.
Un voto de diferencia le da la victoria al que lo obtenga, no hay ballotage en la provincia más importante del mapa nacional en materia de peso electoral.
Ningún candidato, ni oficialista ni opositor, tendrá una disputa fácil, pero la gobernadora la tendrá aún más difícil: lleva al candidato a presidente con el mayor rechazo desde De la Rúa hasta acá.
En la Ciudad de Buenos Aires se descarta un triunfo de Rodríguez Larreta, pero lo malo para éste es que no llegaría al 50% más uno de los votos que necesita para quedarse en Bolívar 1, lo cual lo obligaría a ir a un ballotage. Frente a un candidato que salga por consenso o por oposición como lo fue Lousteau en el 2015, le complicaría los planes de reelección, sobre todo porque también y por primera vez desde que hay autonomía, la elección en la ciudad irá pegada a la nacional.
Larreta deberá también lidiar con el mismo lastre que Vidal: Mauricio Macri en su boleta.
La única esperanza que tiene el actual Jefe de Gobierno es que en el ballotage, tanto de la Ciudad como el de Nación, su boleta quede despegada a la de su candidato a presidente. Si Macri llegase a esa instancia, si perdiese en primera vuelta, sería una muy buena noticia para Rodríguez Larreta, que se quedaría otros cuatro años, preparando lo que ya algunos denominan el larretismo.
Las leyes electorales les podrían surtir al elenco amarillo malas noticias, luego de haber obtenido como ninguno lo había logrado desde el 83 hasta la actualidad, la Nación, la provincia de Buenos Aires y la ciudad de Buenos Aires, y dejarlos con las manos vacías
Fuente: Revista Hamartia